Yo creo en la educación canina pero desde un punto de vista muy diferente a
lo que hoy en día conocemos como “educación canina”.
Es importante que entendamos de donde viene el sistema de
educación actual en el mundo occidental que tenemos los humanos para poder
entender la “educación” que aplicamos hoy en día a nuestros perros domésticos.
Todo comenzó hace más de un siglo. Me estoy refiriendo a la
revolución industrial del siglo diecinueve. Se pasó en muy poco tiempo de una
sociedad rural a una mucho más urbana. El desarrollo tecnológico fue brutal y
la renta per cápita se disparó como jamás en la historia de la humanidad. A
consecuencia de este cambio se hizo necesario preparar a la población para que
encajara en el nuevo sistema económico y así poder sostenerlo. Poco a poco se
fueron diseñando programas en los que se preparaba a las personas para trabajar
en fábricas durante largas horas con pocos o ningún derecho y que se sustentaban en el miedo a través de órdenes para
controlar a los operarios siempre bajo supervisión y presión constantes. Esos programas fueron adoptados en la educación en
las escuelas. Los profesores eran los amos y señores en las aulas. Controlaban,
ordenaban, imponían e incluso castigaban a los alumnos. Quien no destacaba
estaba condenado a trabajar toda su vida como un robot en alguna de esas
fábricas y quien sí destacaba se sumaba a ese tipo de personas que hacían todo
lo posible por mantener ese sistema para así poder seguir manteniendo su nivel
de vida y su estatus social. Es fácil entender que se incentivaba la competitividad (y por lo
tanto el egoísmo) entre los estudiantes para destacar dejando de lado otros
valores como la cooperación, la generosidad, la confianza… en otras palabras…
se ignoraba algo tan importante como es el respeto hacia los demás. Se promovía
el “sálvese quien pueda”.
En este tipo de contexto social, se hicieron una serie de
descubrimientos en lo referente a la
modificación de conductas de los perros basados en métodos de presión (miedo o
castigos). Aparecieron personajes como el psicólogo Jhon B. Watson (fundador
del conductismo) o como Paulov (reflejo condicional) y skiner (teoría del
aprendizaje) entre otros. Este último
venía a decir, a grandes rasgos, que una
conducta que suponía algún malestar o perjuicio para el perro tendía a desaparecer y que la
que suponía algún beneficio para el animal tendería a repetirse. Se ignoraban
por completo todos los demás factores que influyen en la vida de cualquier ser
vivo como pueda ser el entorno, las experiencias individuales o algo tan
importante como son las emociones y los sentimientos del perro. Al estar
totalmente condicionado por el hombre, el animal era incapaz de algo de vital
importancia para el correcto desarrollo y la verdadera felicidad de todo ser vivo como es…. tomar decisiones propias.
Este pensamiento ha llegado hasta nuestros días
incorporándose además teorías tan absurdas sin ningún tipo de rigor como el
show televisivo el líder de la manada o
la teoría de la dominancia, esta última desmentida incluso por el propio autor
original, David Mech.
En la actualidad la gran mayoría de educadores y
adiestradores caninos utilizan métodos conductistas para enseñar cosas al perro
con el único objetivo de tenerlo controlado o poder beneficiarse de ellos. Esta
es la herencia que nos ha quedado del concepto de educación y que hemos
incorporado en nuestra relación con los perros. Educamos a nuestros hijos (y a nuestros perros) como nos han educado a nosotros mismos desde siempre. Somos
víctimas de un sistema obsoleto en el que para muchas personas es difícil
cambiar o adoptar nuevas ideas pero…
la sociedad está cambiando
Poco a poco un nuevo modelo de pedagogía infantil está
comenzando a abrirse paso. En ella prima el niño como individuo y se incentivan
cosas como que vaya descubriendo las cosas por sí sólo y se asombre con ellas.
Eso le da la motivación suficiente para querer profundizar más en lo que
realmente le gusta. Ya no se trata de competir sino de descubrir lo que le
gusta y por lo tanto…."querer aprender".
Valores como la cooperación salen a flote. Son niños que
saben tomar decisiones. Son seguros de sí mismos y saben afrontar las cosas
como les van viniendo. Ya no se trata de competir sino que se incentiva la colaboración. Conocen el
significado de la palabra respeto.
Esto es precisamente lo que hacen todos los animales con sus crías
incluidos, por supuesto, los perros. Primero protegen a sus cachorros y
cuando van creciendo les van dejando
explorar su entorno más inmediato para que tras su curiosidad inicial se
asombren y después lo entiendan y puedan
sentirse seguros en él. Eso les da pie a seguir explorando para ampliar su
radio de acción. Los adultos tienen muy clara esta filosofía de vida y son acompañantes y observadores
del proceso. La madre, al igual que los
adultos del grupo, no interviene en sus acciones a no ser que sea totalmente
necesario por la seguridad del cachorro. Estos perros llegan a la edad adulta
habiendo aprendido por ellos mismos a tomar decisiones y a entender el entorno
que les ha tocado vivir así como las normas sociales del grupo. Esa es la base
de, entre otras muchas cosas… la felicidad.
Quienes respetamos realmente a los perros deberíamos tomar
ese modelo educativo natural en los animales.
Yo he vivido toda mi vida con perros y compruebo cada día que, lo mismo que las perras con sus cachorros, cuanto menos intervenimos en
sus acciones y les permitimos experimentar
y que tomen sus propias decisiones, mejor llega el animal a la edad
adulta. Se convierte en un perro confiado pero prudente, sabe desenvolverse en
todas las situaciones cotidianas que ya conoce y es capaz de resolver de manera muy aceptable las nuevas.
Tiene la base adecuada para irse adaptando a nuevas experiencias. Son perros
tranquilos que se preocupan por el bienestar del grupo y evitan los conflictos.
Son perros relajados, tranquilos…son perros felices.
La observación sin juzgar, la comunicación, respetar las
necesidades del perro en cada etapa de su vida, permitirle que tome sus propias
decisiones (aunque a veces no nos gusten) y la confianza es lo único que nos
permitirá forjar una relación duradera y sostenible en el tiempo con nuestro
compañero perruno. Eso es lo que se llama respeto. No se trata de controlar al
perro por nuestros miedos, inseguridades o porque lo digan o nos lo vendan algunos
“grandes profesionales”.
Ellos son perros y nosotros humanos. No creo que la mejor
manera de convivir con “el mejor amigo del hombre” sea intentando controlar
todos y cada uno de sus movimientos a
base de castigos o de sobornos y aprovecharnos de alguna de sus muchas
cualidades para nuestro beneficio.
Tenemos una niña de 7 meses. Desde que nació convive con
perros. Muchos perros. Su madre y yo somos los únicos responsables de que la
niña crezca con unos u otros valores y hay uno en concreto que estamos
convencidos de que le vamos a inculcar y es
respeto con mayúsculas a la naturaleza y a cualquier ser vivo y, como no….RESPETO A LOS PERROS
Míchel Merino. Educación canina
Míchel Merino. Educación canina
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